Gadafi, el Che y las fotos de los muertos, por Jon Lee Anderson
October 20th, 2011 → 8:08 pm
@ elpuercoespín
Momentos antes de que el revolucionario argentino Ernesto Che Guevara fuera asesinado por sus captores en Bolivia, en 1967, el agente de la CIA presente indicó a su ejecutor, un sargento boliviano, que le disparara debajo del cuello para que pareciera que había muerto por sus heridas en combate.
Así se hizo: llevó años que surgiera la verdad de lo que realmente había ocurrido al Che, aun si, según resultó luego, el hombre de la CIA no pudo resistir el posar en fotografías con él cuando todavía estaba vivo. Era algo muy riesgoso, por supuesto. Pero aquella era la era de la película, no de YouTube, y las fotografías y negativos del episodio que pertenecían al hombre de la CIA fueron mantenidos bajo siete llaves durante veinte años. Sólo cuando eligió contar la verdad sobre la ejecución del Che sus pruebas, estas fotos escalofriantes, emergieron también. Aún después de su publicación, sin embargo, fueron censuradas en Cuba, donde el Che había vivido y se había vuelto famoso como uno de los camaradas revolucionarios más cercanos a Fidel Castro. Lo mismo ocurrió con las fotos del cadáver del Che, visto por millones en todo el mundo a días de su muerte.
Una vez pregunté a la viuda del Che por qué había sido esto, y ella explicó que no sólo fue una cuestión de decoro: fue también por una decisión tomada al “más alto nivel” en Cuba inmediatamente después de la muerte del Che –una decisión con la que ella estuvo de acuerdo. Estaba basada en la idea de que en tanto el Che no fuera visto muerto, podía de algún modo permanecer eternamente vivo en las mentes y los corazones de nuevas generaciones de cubanos y otros jóvenes de todo el mundo, quienes podrían todavía tratar de seguir su ejemplo en la causa de la revolución.
Vivimos en una época diferente, en la cual todo lo que ocurre bajo el sol está siendo registrado en cámaras de celulares –incluyendo muertes y agonías de figuras icónicas, globalmente famosas. Las imágenes son luego distribuidas y presenciadas por millones de personas de todo el mundo, a veces a horas o incluso minutos del hecho. La muerte de Muammar Gadafi hoy –en circunstancias volátiles, todavía no explicadas, a manos de los rebeldes libios en Sirte— es la segunda en una serie de un nuevo género de noticias “ante sus ojos” que podrían ser llamadas Muertes de Ex Dictadores. La primera, por supuesto, fue el inolvidable video de celular del ahorcamiento del ex dictador de Irak, Saddam Hussein, en Bagdad en 2006, rodeado por una burlona muchedumbre de enemigos.
Vemos las imágenes que salen hoy de Sirte, descoyuntadas y todo, y tratamos de examinarlas como forenses para reconstruir lo que realmente pasó. Hay muchas afirmaciones en el aire, y algunas son contradictorias; y a veces las imágenes no parecen confirmarlas. Oímos primero que Gadafi fue capturado vivo, luego herido, luego murió de sus heridas. Un hombre que estaba en el lugar dijo a un reportero que vio cómo disparaban a Gadafi en el abdomen. Pero vemos una imagen de un hombre aparentemente muerto que parece ser Gadafi, con la cara todavía sin sangre, al que los rebeldes hacen rodar por el suelo y le quitan la camisa; pies y manos se mueven rápidamente alrededor; gritan.
En otro video, lo están pateando violentamente. Hay, sin embargo, otra imagen –la primera, de hecho, que circuló—en la que Gadafi está cubierto de sangre. Todavía está vestido y aparentemente es llevado por algunos combatientes; ¿está todavía vivo o está muriendo? La imagen no lo aclara.
Más lúgubre que todo lo demás es el video de Gadafi que encontró la forma de aparecer online, en la que se lo muestra vivo, todavía confundido; es puesto violentamente de pie desde la caja de una camioneta llena de combatientes, entre gritos de “Allahu Akhbar”—Dios es grande— y tironeado violentamente por la muchedumbre. El video se corta luego. Presumiblemente, ese es el momento en que es asesinado.
Ahora, también, llega la noticia de la captura, heridas o posible muerte del hijo de Gadafi, Moatassem, de quien se dijo que había estado con él en Sirte. Todavía no hay imágenes en circulación que confirmen la información, pero seguramente llegarán pronto. Y también, presumiblemente, habrá evidencia visual de la salud física del otro hijo de Gadafi y aparente heredero, Seif-al Islam. Súbitamente, después de semanas de silencio sobre su paradero, a horas de la noticia de la muerte de su padre en Sirte, hay informes de que él también ha sido capturado o herido o muerto, pero en algún otro lugar del país.
Cualesquiera sean las circunstancias que las hicieron posibles, las imágenes de los Gadafi muertos están destinadas a tener un enorme impacto entre los libios, como lo tuvieron las transmisiones de la voz grabada de Muammar Gadafi en las últimas semanas. La persistencia de la voz de Gadafi –inconfundiblemente suya, desafiante y amenazante, muy pero muy viva—era todavía más perturbadora, de algún modo, que si hubiera mantenido una presencia televisiva, porque le permitió aferrarse al aura de invencibilidad que había construido durante 40 años. Invisible, Gadafi podía estar en todas partes y en ninguna al mismo tiempo, un potencial fénix a levantarse, todavía, sobre las cenizas de Libia. La imagen de Gadafi muriendo, o muerto, en el piso, siendo pateado por sus asesinos terminó con todo ello.
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